A propósito de San Valentín, o día del amor y la amistad en nuestros países latinos. He recordado una definición que vi alguna vez para aquello llamado “amor”:
Cuando se está “enamorado”, el nivel de dopamina, una hormona y neurotrasmisor cerebral puede aumentar hasta 7000 veces su cantidad, al estar acompañada de la oxitocina, hormona responsable de la pasión sexual y de la feniletilamina, responsable del entusiasmo, esta mezcla termina por bloquear aspectos de la lógica y la razón.
Así es, y tal vez lógico resulte que los poetas hayan intentado durante siglos describirlo como aquel fuego que no quema, e incluso a veces hiela las entrañas, no obstante la realidad es que este proceso forma parte de una reacción ligada a estímulos de: alimentación, sexo, procreación, y supervivencia. Y además no se genera en el corazón sino en el cerebro.
Aquellas fantasías desbocadas de los recién enamorados, en las cuales se atribuyen atributos extraordinarios al otro, son resultado de los altos niveles de endorfinas, unos neurotransmisores opioides, sumado a la segregación de la feniletilamina, un amino similar a la anfetamina, muy presente en el chocolate, de ahí la sensación del “enamorado” que se siente casi drogado, cuando está junto a su pareja. El riesgo es que esto puede causar adicción, que deriva en patologías del sistema nervioso. Lo que comúnmente llamaríamos “adictos al amor” o “personas que aman demasiado”
Todo este torrente de respuestas químicas del cerebro, aumenta el deseo sexual, genera arrebatos sentimentales, falta de sueño, apego, y en extremo angustia, depresión, tendencias compulsivas y síndrome de abstinencia cuando se pierde el vínculo con el objeto del deseo.
Esta actividad cerebral como toda alteración en los niveles hormonales del sistema nervioso, puede ser evaluada, catalogada, fechada, y es el propio cerebro quien procura regresar a su estado natural y funcional. Nos aproximamos a la parte dramática para algunos “adictos al amor”. Transcurridos 2, 3, o hasta 4 años, esta atracción bioquímica decae dramáticamente, la atracción disminuye, y muchas parejas deciden separarse o permanecer en el hábito de brindarse tibias manifestaciones de afecto, compañerismo, costumbre, agradecimiento, y tolerancia.
Pero no olvidemos que el cerebro ya ha probado la más placentera de las drogas, y en algún rincón esta latente aquel enamorado dormido, presto a lanzarse a una nueva aventura.
A propósito de San Valentín o el día del amor y la amistad. ¿Tú cerebro como está?
Cuando se está “enamorado”, el nivel de dopamina, una hormona y neurotrasmisor cerebral puede aumentar hasta 7000 veces su cantidad, al estar acompañada de la oxitocina, hormona responsable de la pasión sexual y de la feniletilamina, responsable del entusiasmo, esta mezcla termina por bloquear aspectos de la lógica y la razón.
Así es, y tal vez lógico resulte que los poetas hayan intentado durante siglos describirlo como aquel fuego que no quema, e incluso a veces hiela las entrañas, no obstante la realidad es que este proceso forma parte de una reacción ligada a estímulos de: alimentación, sexo, procreación, y supervivencia. Y además no se genera en el corazón sino en el cerebro.
Aquellas fantasías desbocadas de los recién enamorados, en las cuales se atribuyen atributos extraordinarios al otro, son resultado de los altos niveles de endorfinas, unos neurotransmisores opioides, sumado a la segregación de la feniletilamina, un amino similar a la anfetamina, muy presente en el chocolate, de ahí la sensación del “enamorado” que se siente casi drogado, cuando está junto a su pareja. El riesgo es que esto puede causar adicción, que deriva en patologías del sistema nervioso. Lo que comúnmente llamaríamos “adictos al amor” o “personas que aman demasiado”
Todo este torrente de respuestas químicas del cerebro, aumenta el deseo sexual, genera arrebatos sentimentales, falta de sueño, apego, y en extremo angustia, depresión, tendencias compulsivas y síndrome de abstinencia cuando se pierde el vínculo con el objeto del deseo.
Esta actividad cerebral como toda alteración en los niveles hormonales del sistema nervioso, puede ser evaluada, catalogada, fechada, y es el propio cerebro quien procura regresar a su estado natural y funcional. Nos aproximamos a la parte dramática para algunos “adictos al amor”. Transcurridos 2, 3, o hasta 4 años, esta atracción bioquímica decae dramáticamente, la atracción disminuye, y muchas parejas deciden separarse o permanecer en el hábito de brindarse tibias manifestaciones de afecto, compañerismo, costumbre, agradecimiento, y tolerancia.
Pero no olvidemos que el cerebro ya ha probado la más placentera de las drogas, y en algún rincón esta latente aquel enamorado dormido, presto a lanzarse a una nueva aventura.
A propósito de San Valentín o el día del amor y la amistad. ¿Tú cerebro como está?
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