La naturaleza del ser humano es competitiva y básicamente compite para sobrevivir, en un enfrentamiento con sus semejantes y con la naturaleza. Reproducción, linaje, alimentación, trabajo; todas estas en pro del individuo. Por eso cuando no logra alcanzar sus objetivos en la medida calculada, siente frustración.
La frustración no es más que la decepción consigo mismo, o con las expectativas depositadas en otros; esta genera una significativa carga emocional y por supuesto, cada persona tiene diferentes umbrales de tolerancia a ella.
Se puede inferir fácilmente en la frustración una condición negativa y dañina ¿pero lo es?
Desde niños estamos probando nuestra capacidad para obtener resultados, desde las necesidades básicas de supervivencia en los primeros días de vida; hasta lograr lo que llamamos autonomía en la vida adulta. No obstante, las metas continúan, por ende también la frustración persiste.
La habilidad para interrelacionarse, hacerse profesional, conseguir una pareja, formar una familia, tener una vivienda, un automóvil, una vida plena y demás; es una lucha constante en la cual rivalizamos con nosotros mismos y nuestras limitantes.
Algunas personas se estancan en sus propias frustraciones, se dan por vencidos; se sienten extenuados y pausan su andar. Por el contrario otros aprender de sus desaciertos, se motivan y usan la frustración como un impulsor adicional para mejorar. Combaten al monstruo e incluso lo utilizan en su favor.
La presión social es cada vez mayor, pero también cada vez hay mas personas, que alcanzan el éxito. Infortunadamente el éxito es a veces es caprichoso y mientras algunos avanzan hacia la meta, otros corren angustiados en busca de la partida.
¿Pero que pasaría si no sintieras frustración? seguramente irías tropezando por el mundo, sin llegar a ninguna parte y aun así sintiéndote pleno.
Cuando esa sensación de vacio que llamamos frustración, no logra derrotarnos; es cuando nos tornamos exigentes con nosotros mismos. “Esta vez, lo haré mejor”
Claro está, que las metas y objetivos deben lindar siempre con los límites de la lógica, y esa lógica incluye distinguir nuestras habilidades, fortalecerlas; correr el riesgo de hacer. Pero al mismo tiempo tener conciencia de nuestras limitantes, aceptarlas y convivir con ellas.
Algunos acontecimientos sin duda son traumáticos, pero ¿que harás? ¿Te sentaras y lamentaras el resto de tu vida?
Vivir es recorrer un camino pedregoso. Pero te aseguro que si sientes frustración, es tan solo por que dentro de ti, está la capacidad de hacer las cosas mucho mejor,
Por ejemplo: Si sufriste un desengaño amoroso, eso solo indica que puedes tener a tu lado alguien mejor, quizá alguien que colme en buena medida tus expectativas de pareja; del mismo modo ocurre en tu trabajo y en tu vida cotidiana.
Si la frustración emerge es simplemente, un campanazo que indica que te quedaste corto en tu objetivo, y frente a ti hay una maravillosa oportunidad de hacerlo aun mejor.
Así que reflexiona si últimamente, te has sentido triste, enojado, deprimido, ansioso; si te abruma lo que está pasando a tu alrededor. Y utiliza esa frustración como una fuerza impulsora que te saque de ese estado.
No abandones tus proyectos, por el contrario modifícalos, mejóralos; no actúes como un niño caprichoso en busca de una golosina. La satisfacción instantánea no existe, todo en la vida requiere esfuerzo y es para hacerte fuerte.
Una cara amarga no cambiará un mal día. Tampoco confundas tus deseos con necesidades, a veces estos sobrepasan la lógica y es ahí donde el umbral de la frustración desaparece.
Sé paciente, pero no pasivo. No corras buscando escapar de tus frustraciones en los bares y cantinas, donde generalmente no hay soluciones.
No te embriagues del problema, respira profundo, evalúa tus opciones, toma el riesgo y actúa.
La frustración no es un punto de llegada…es un punto de partida.