miércoles, 3 de abril de 2013

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CALOR EXTREMO

Mi garganta musita un aviso de deshidratación, mientras  veo la gente pasar rauda por mi lado. Los observo con un ojo entrecerrado,  intentado evitar que en el otro se cuele el agua salada que en forma de sudor, se aviene desde mi frente en busca de mi boca. Me siento varado en medio de un desierto, sabiendo que en cualquier momento me desplomo; el retumbar en mis sienes  y el mareo son presagio de ello. Pero de pronto, un oasis frente a mi ¡No puedo creerlo! Es una tienda...un enorme aviso de refrescos. Por supuesto,  de inmediato reviso en mis bolsillos, me encuentro a un metro de la puerta que conduce a la vida. Pero… ¿con que me encuentro? 

LA HORA FINAL

Ruido de filosas uñas sobre el bisel de la vieja cama metálica. Deben ser las tres de la mañana. No cabe duda, no puede ser otra cosa, a esa hora cualquiera sabe de qué se trata. El siniestro crujido se aproxima lento y pausado hacia mi cabeza; el tic tac del reloj de mesa acompaña el lúgubre silencio de la noche. Minutos fatales y decisivos, un salto intempestivo, sabanas que vuelan por el aire. Es la hora definitiva,  como también es deber una última lucha. Primero un profundo silencio, luego seis ojos que se observan fijamente… ¡un momento!  ¿Seis ojos?...
Los míos propios y frente a mi, un par de ratones asustados. 

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