Recuerda la primera vez que condujo su patineta, bicicleta, patines, el primer día que se aventuró a entrar en la piscina, su primera exposición en clase frente a todos sus compañeros, la obra de teatro del colegio, el primer beso, el día que su equipo fue ganador del torneo o cuando fue destacado como el mejor estudiante. Ese día aun con el corazón lleno de nerviosismo y las manos sudorosas, usted supo que podía ser un triunfador. Entendió que en su mente existía la capacidad de ganar, de hacerlo bien. Desde entonces debió enfrentar tropiezos y caídas, y en cada una de ellas decidió ponerse de pie y agradecer a Dios, las nuevas oportunidades que le brindaba. Usted es un ganador, recuérdelo siempre, la próxima vez que se vea impulsado a tomar una decisión. Dentro de su ser habita la motivación para alcanzar cualquier objetivo, piense cada vez en ello.
Ser competitivo debe convertirse en una forma de vida, en el aire que respiramos en todo momento, constantemente debemos exigir de nosotros mismos la fortaleza mental para no dejar abatirnos, para recordar la capacidad que existe en nosotros.
Creer y por tortuoso que parezca siempre volver a creer, saber ser apalancados por nuestra capacidad y conocimientos hacia el lugar que hemos establecido como meta. Tener la convicción de poder hacer las cosas cada vez mejor, no volcarnos como una veleta ante los embates de la vida, salir a flote por más hundida que esté nuestra cabeza y entender que afuera se puede respirar el aire del éxito.
Tener mentalidad de triunfador incluso en las condiciones más extremas y tener conciencia que crecer, sobresalir, aprender e impulsar nuevas metas y objetivos es posible todo el tiempo.
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