No cabe duda que el primer paso para poder a amar a otros, es la autoestima, el amor por si mismo de forma natural y espontánea.
El solo hecho de estar vivos, es motivo suficiente para sentirnos agradecidos con Dios, de la forma en que creamos en él. Puesto que es esto principio de todo logro, de cada instante de felicidad. De esa satisfacción que alcanzamos al respirar el aire cada día y contemplar este maravilloso mundo a nuestro alrededor, parte la mayor expresión de afecto: ese que podemos prodigarnos, por medio de las expresiones que tenemos hacia nosotros mismos, y de ahí hacia otras personas.
Quererse a si mismo es reconocernos en nuestro espejo psicológico, con defectos y virtudes, con metas y sueños por alcanzar, con aspectos por mejorar.
Sentir amor propio nos permite vivir con comodidad, con el placer de ser y sabernos como personas, de aceptar y dar amor, y valorar cada gesto por pequeño que sea.
Es la facultad de la autocritica, pero también del halago propio. De reconocer aciertos y desaciertos, alegrías y miedos; sin obsesionarnos con ser “perfectos”
El amor propio emerge como un estado armónico entre lo que decimos y pensamos, sentimos y expresamos. En la capacidad de decir crudas verdades y arriesgar nuestros mas íntimos postulados, aunque estos puedan resultar a otros, un desafío. Es ser férreos en nuestra actitud, pero al mismo tiempo, inquietos y abiertos a nuevas sensaciones y formas de hacer las cosas.
Es la capacidad de disfrutar la sencillez y la complejidad de la vida. Distraerse en los escenarios más sencillos y vivir con sencillez en los contextos más sofisticados.
El amor propio es la flexibilidad y capacidad de adaptación; el atreverse a aceptar y afrontar los obstáculos. Confiando en nosotros mismos, en nuestra inteligencia y nuestro corazón.
Es ser firmes en con nosotros mismos y con los demás, en la búsqueda de metas y objetivos, conservando el equilibrio en cada situación, entendiendo las variables y usándolas a nuestro favor. Controlando el estrés y desarrollando la capacidad de reír cada día; entendiendo que la ansiedad emergerá en cualquier momento, como una oportunidad para ser más fuertes.
Quererse a si mismo es ser espontaneo, natural; vivir sin la rigidez de las normas establecidas. Llegar a un acuerdo de paz entre nuestro corazón y nuestros pensamientos. Vernos en el espejo y saber que somos exactamente nosotros, y que podemos amarnos y amar a otros.
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