El universo funciona como un todo interdependiente, en el cual cada movimiento o vibración es conexo a la raíz de todo, ese algo que llamamos Dios, y al cual adjudicamos diversos nombres. Todos los seres vivos estamos relacionados con esta fuerza y a su vez interrelacionados entre nosotros mismos. Como una gran red de conciencia global.
El pensamiento es una forma de vibración energética, nada puede ser ni manifestarse sin la acción de las diversas formas de energía y las leyes que las gobiernan.
Todo anhelo, sueño o expectativa acciona determinadas vibraciones mentales, puesto que es la mente la fuente creadora de cada pensamiento, por consiguiente, también de toda realidad; manifestada por medio del vehículo físico llamado cuerpo, que a su vez es impulsado a actuar por la manifestación de esa vibración conductora. Por cabal deductiva, cada pensamientos bueno o no, genera un resultado equivalente constructivo o destructivo.
Como sabemos las leyes de la naturaleza no pueden medirse sobre la báscula de lo bueno o lo malo, la naturaleza simplemente es y funciona; se altera ante nuestro accionar e incluso recobra su armonía a través de lo que es a nuestros ojos, fenómenos naturales. Por consiguiente, cuando el ser humano fuerza su entorno en el espíritu de la oposición a las leyes naturales, estas terminan por volverse en su contra. En una manifestación natural de su funcionamiento armónico.
Es el hombre quien evalúa estas manifestaciones vibrantes como buenas o no, constructivas o no; puesto que generan en él un efecto en el mundo de la acción desde la perspectiva de su pensamiento; como el resultado de una actividad con efecto positivo o inverso.
Existen dos vías en las cuales se manifiesta la vida, pensamiento y acción; ambos provenientes de la misma fuente de vibración, expresada de manera limitada o amplia, según el caso. Dentro de las cuales se genera una serie de matices, de acuerdo a la respuesta cognitiva de cada uno. Algo así como una gama que va del rosa al gris, conforme el resultado.
Amor, odio, camaradería, egoísmo; voluntad, aflicción, empatía, rabia. Todos ellos sentimientos sujetos a un análisis previo e inseparables de la condición de estimulo que generan: pensamientos oscuros o límpidos, actos infames o memorables. Toda una gama de reacciones de un nivel determinado de vibración.
Todo pensamiento determina un volumen de vibración, toda vibración conduce a una acción; incluso la inacción misma lo es. Y es ese retorno de onda que viaja de la fuente de origen, hasta el impulso y torna en forma de conclusión, satisfacción, enojo, vergüenza o alegría.
Como toda vibración, algunas tienen un carácter diáfano, simple, fluido; otras por el contrario están contaminadas por prejuicios, paradigmas, reflexiones etéreas y ligerezas simplistas.
Las fuerzas vibratorias influyen, claro, en la forma de las construcciones metales denominadas pensamientos, y pueden dejar en el individuo y en otros una huella permanente.
Las vibraciones de orden positivo elevan la jurisdicción espiritual, es decir, fortalecen el ser. Primero desde el ámbito de los pensamientos y de ahí, hacia el vehículo físico, y son reconocibles en la forma de salud y raciocinio; la calma en medio de la actividad.
Las vibraciones de orden positivo elevan la jurisdicción espiritual, es decir, fortalecen el ser. Primero desde el ámbito de los pensamientos y de ahí, hacia el vehículo físico, y son reconocibles en la forma de salud y raciocinio; la calma en medio de la actividad.
A medida que estas vibraciones se fortalecen, se unen a su vez con otros campos vibrantes presentes en la naturaleza, en el mundo y mas allá de este, en el universo rebosante de vida. Esto hace que se fortalezcan gracias a su condición de interdependencia, el objetivo no es otro que regresar a la fuente original robustas de poder, salud, éxito y felicidad.
Es innegable que ondas de vibración como el amor, empatía, bondad; esperanza, valor y buena voluntad generan diversas clases de energías vibrantes similares, que estimulan movimiento, crecimiento y búsqueda. Es la vibración del alquimista que convierte al mundo en riqueza a su paso, sin cargar consigo una sola moneda.
La vibración positiva encuentra siempre a su símil, y unidas se enfocan hacia un pensamiento interrelacionado, una idea de comunión, benevolencia y bienestar.
De algún modo podríamos comparar la mente con un generador de corriente, convirtiendo en energía eléctrica la de otra naturaleza que recibe y retrasmite en formas de ondas a otros terminales. El hombre envía sus frecuencias de vibración y a su vez, recibe el retorno de otras; fortaleciendo el vínculo con aquellas con quienes encuentra afinidad.
Expresado de otra forma nada puede llegar al hombre, si el mismo no está acorde con ello en su vibración mental, naturaleza, deseos y pensamientos. Quien está siempre alerta, preparado y optimista, vibrará en la misma frecuencia de otros símiles a él y esto hará de todos una forma de pensamiento elevada; convirtiéndose cada uno en incentivo para otros, acrecentando su fuerza y volumen vibrátil.
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