sábado, 27 de octubre de 2012

Aprender a Conectarnos con la Armonía Del Universo

Si bien es cierto que todos nacemos con una personalidad y que además nuestras propias vivencias definen el carácter, también lo es, que dentro de cada uno, existe la posibilidad alcanzar la armonía y vivir una plena y feliz. No debemos apreciar la existencia como una lucha de poderes; como un vencer al otro. Por el contrario debemos entender la interdependencia que nos caracteriza como especie y a su vez, entre nosotros y el universo.
Para encontrar esa armonía de la que hablábamos, es necesario dejar de lado algunos hábitos, creencias y paradigmas. Salirse de la postura de autocompasión, abandonar los caprichos que tanto dañan el alma; evitar el criticar, quejarse constantemente y ser el férreo juez de otros. Mirar siempre el lado positivo de las cosas, ¿para qué desgastarte con los matices oscuros de la vida? a menos que seas capaz de cambiarlos. Aprender a aceptar con amor, aquello que no podemos cambiar; sin ir por el mundo idealizando a quienes nos rodean. Ser siempre noble y positivo; dejar el pasado en el lugar que le corresponde, vivir en el presente y mirar al futuro con optimismo. Saber perdonar y perdonarse, desdeñar el rencor de tu vida, ser autentico y consecuente con quien eres; no cambiar tu rostro simplemente para complacer a otros. Vivir en el equilibrio de amarse a si mismo y amar a los demás sin obsesiones, permitiendo que ellos puedan valerse por si solos. Tener confianza en ti mismo, en la vida y en Dios. Habitar en la armonía de mirarte al espejo y poder reconocerte; disfrutar de la enriquecedora soledad, cuando tengas oportunidad de hacerlo.  Recrearte en ti mismo, en el descanso, la lectura y la meditación; erradicar de tu vida la posesividad y las actitudes dominantes. No intentar cambiar a los demás y enseñarles cuanto puedas, siempre que venga de tu corazón. Olvidar la preocupación y por el contrario, obstinarse en estar ocupado todo el tiempo; tener sueños y ambiciones, pero poder también vivir con lo básico. Ser  honesto consigo mismo, sin negociar nuestras convicciones, ni engañar a otros. No culpar a los demás de nuestro dolor, asumiendo siempre la responsabilidad de nuestros actos; reconocer nuestras virtudes y defectos, trabajar en superarlas, sin pretender la justificación y aceptación de quienes nos rodean. Jamás sentirse inferior a nadie, todos somos valiosos e importantes por igual; no comparar tu físico y tus logros con quienes admiras, debes ser tu propio ideal. Liberarte cada día de tus culpas, apegos y miedos, dar el paso o decir adiós, si llega a ser necesario; no cargar a tu existencia necesidades ficticias e innecesarias. No ver la vida como una competencia a muerte, sino como un divertido juego; no acudir a la lastima ni buscar ser el centro de atención o el “sol” de otro. Ser prudente al hablar y aprender a escuchar, lo que los demás quieren decirnos; suprimir el “chantaje” psicológico de lo que hemos contribuido a los demás. No invadir la intimidad de otros, ni violentar su espacio personal, creando al mismo tiempo uno propio. Aprender a discernir aquello que nos gusta de lo que realmente nos conviene, teniendo capacidad de decisión; equilibrar las emociones, no esperar ni exigir a otros que cambien, pretendiendo dirigir su vida o adjudicándose el derecho de su felicidad. No pedir ni relatar información que el otro no quiere dar o recibir; no intrigar en contra de nadie, ni sembrar discordia en el corazón ajeno. No cargar con penas ajenas ni descargar las nuestras sobre los hombros; cambiar los lamentos por el agradecimiento de estar vivo. Ser sinónimos de alegría y buenas noticias, de esperanza y motivación; dejar la impulsividad, y reflexionar antes, nuestro actuar. No enfrascarse en lo que hace daño, sino en lo que beneficia, no buscar la aprobación ni la recompensa; cuando hacemos las cosas bien, estas llegan por añadidura. Ser tenaz en el logro de objetivos, perseverar en el logro de los sueños; ser justo y hacer justicia con nuestros actos y palabras. Lanzar al mar el rencor, el odio y el resentimiento, para que la corriente de sus aguas lo lleve lejos de nosotros; no imponer tus ideas, al contrario, compartirlas y crecer juntos.

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