El gran invento de la telefonía para muchos, la solución tecnológica para acortar distancias. Pero según recientes estudios, usarlo por prolongados periodos de tiempo; puede causar una adicción similar a la de los alucinógenos, el alcohol, el cigarrillo, o cualquier otra. Esto dicen los expertos en psicología conductual:
Falta de seguridad en si mismo, dependencia, incapacidad para relacionarse; ansiedad, inquietud, tensión, estrés. Y trastorno por déficit de atención, además de daño neuronal, podrían ser solo algunas de las consecuencias, de la adicción al popular “BB”
No tener señal, perder el teléfono o escuchar un aviso de batería baja; puede significar para muchos, hoy, la aparición del síndrome por abstinencia. Es decir lo mismo que le ocurre a un adicto, cuando se suprime de golpe la fuente de su placer.
Además de los costos económicos, y el riesgo social que implica; los BB, podrían ocasionar migrañas, deficiencia visual, artritis; insomnio, y desordenes alimenticios, entre otros.
Treinta y cinco pequeños botones, que requieren de toda la atención de un usuario. Un pequeño artefacto que se convierte en parte de la vida, de cada instante; el cual se observa con ansiedad, se acaricia, se anhelan sus mensajes, sus sonidos. Y si estos no aparecen, la ansiedad se apodera del adicto. Incluso algunos llegan a desarrollar valores sentimentales hacia el artefacto; sintiendo que no pueden vivir sin el, que los aleja de la soledad y les sirve de compañía, como si realmente se tratara de un “alguien” y no de un “algo”
Según estudios, solo el 20% de los usuarios del BB, podrían pasar más de un día sin tenerlo a su alcance; por encima de este tiempo, la distracción, la inquietud motora, la inestabilidad emocional, y la conducta impulsiva; emergerían como en cualquier adicto.
Los conflictos al interior de las familias, también empiezan a ser visibles, gracias al BB. Algunos padres se quejan de estar perdiendo a sus hijos; de haberles comprado el móvil, con la idea de ayudarles con sus estudios; con las tareas, la comunicación con los compañeros de clase y facilitarles un internet móvil todo el tiempo; sin prever que los estaban convirtiendo en adictos, y que ahora incluso en la hora del almuerzo han perdido la comunicación con ellos. Por supuesto, también el docente se ve afectado por la permanente distracción de sus alumnos; algunos de ellos teniendo que llegar a medidas como “decomisar” el aparato hasta el final de la clase.
Se calcula que nueve de cada diez usuarios de BB, es adicto. Muchas veces afectados por noches de insomnio, pendientes de su teléfono móvil, y si llegan a perderlo gastaran la suma que sea necesaria para recuperarlo. Algunos, incluso, llegan a escuchar el timbre del aparato sin que este haya sonado.
Otros usuarios llegan a aislarse del mundo real, dejando de lado amistades, espacios familiares; descuidando sus estudios y en general sus relaciones interpersonales. Una falsa creencia del adicto, le hacen pensar que por el contrario está socializando; al tener la oportunidad de comunicarse con muchas personas al mismo tiempo. Sin darse cuenta que está quedando atrapado en un mundo virtual, en el cual llega a sentirse cómodo y feliz.
Una vez se identifica el problema, es importante afrontarlo de manera consiente y madura; si es necesario acudiendo a un terapeuta conductual, procurando modificar el comportamiento adictivo.
Claro está, no se trata de “satanizar” esta solución móvil. Por supuesto, útil si se le da un buen uso; pero lo cierto es que debe estar en manos de personas psicológicamente, preparadas para afrontar el tener en la manos una herramienta ágil y eficaz, que es solo eso: un teléfono, con excelentes funciones. Puesto que quienes lo sobre utilizan, son una evidente muestra de no estar preparados para él. La gente que vive y se desvive por su BB, no encajan normalmente, en un mundo de tecnologías cada vez más sofisticadas. Y antes de caer por un profundo abismo, lo recomendable es visitar a un buen terapeuta.
¿Y tú, ya tienes Blackberry?
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