Saber decir gracias por los sinceros gestos de amabilidad, que manifiestan nuestros semejantes; como también por las pequeñas venturas que trae consigo cada día. No solamente, nos impulsa hacia el logro de la felicidad, basada en la simpleza de las pequeñas grandes cosas; sino que trae consigo un verdadero estado de bienestar, según lo demuestran algunos estudios. Disminución de la ansiedad, el estrés, una mayor satisfacción con la vida que se tiene, y una notable mejoría en las relaciones sociales. La gratitud además contribuye al crecimiento personal, a encontrar un sentido de vida y de aceptación propia.
Una persona agradecida, afronta de manera positiva el vaivén de la vida; interpretando de forma adecuada las dificultades y la contribución positiva de otros, en la solución de ellas. Quien sabe agradecer busca ayuda y está dispuesto a ofrecerla, con una mirada siempre positiva; por lo general no intenta eludir un apuro o negar la existencia de este. Tampoco culparse o victimizarse a sí mismo, o en el peor de los casos refugiarse en hábitos dañinos. Por el contrario las personas agradecidas, saben que pueden acertar una mano tendida para ellos, y por eso se sienten seguros al enfrentar cualquier contingencia.
Tal parece que la gratitud está fuertemente ligada a la salud mental, la inteligencia emocional y la madurez.
El efecto de la gratitud pasa por modificar la forma misma de ver la vida, de activar emociones positivas; de sentirse socialmente feliz, especialmente en momentos de dificultad, conectándonos profundamente con otros.
Saber agradecer puede realmente cambiar la perspectiva de la vida y el entorno, permitiéndonos estar atentos; interesados en los demás. Entusiasmados con el hecho de ser seres sociales, además de amortiguar sentimientos de angustia, fracaso; culpa o arrepentimiento.
Por eso cuando agradezcas, hazlo desde una perspectiva honesta, personal y profunda, entonces empezarás a ver como el mundo cambia sus matices.
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